Fue también por aquel entonces cuando empezaron a enseñarnos Física en el colegio. Los profesores nos hablaban de cosas como la luz, la electricidad o el magnetismo, pero todo quedaba en un plano tan abstracto que costaba pasar más allá de los nombres y números. En algún momento de mi vida, y en la de muchos otros adolescentes, perdimos la conexión entre los fenómenos reales y aquellos montones de ecuaciones con que llenábamos los cuadernos.
Los que tuvieron un profesor parecido a Walter Lewin, quizá corrieron otra suerte. Este astrofísico de 75 años pasó 43 años de su vida dando clases en el MIT y transmitiendo la pasión por la Física a sus alumnos. Los vídeos de sus clases lo han convertido en una especie de leyenda y son utilizados por profesores de todo el mundo para intentar transmitir esa pasión a los estudiantes.
El pasado miércoles tuve la ocasión de entrevistarle y su capacidad para transmitir el amor por la Ciencia es aún mayor en persona. Como no oía bien, antes de empezar la entrevista ya nos dio una pequeña lección de Física sobre el sonido y el cuadrado de la distancia. Después, igual que en la charla que tuvimos por la tarde junto con otros blogueros, se sumergió en el mundo de la Física y nos explicó cada detalle con la pasión de un niño que estuviera pasándoselo en grande y no pudiera dejar de dar detalles fascinantes. Y siempre, sin excepción, pegándose a fenómenos que todos podemos comprender y alguna vez hemos experimentado. (Mirad la entrevista:)
Walter Lewin estaba en Barcelona para presentar su libro “Por amor a la Física”, publicado por la editorial Debate. En el libro se describe a sí mismo desnudo en la ducha y sujetando arcoíris con la mano, destruyendo una copa por resonancia o subiéndose encima de un péndulo como si fuera un columpio. Al mismo tiempo, es capaz de resumir con una sencillez asombrosa algunos conceptos bastante complejos de la Física y de contagiarnos de la felicidad de cada pequeño descubrimiento.
“Saber los nombres de las cosas”, insistía Richard Feynman, “no significa saber lo que son”. Y éste es el espíritu de cada enseñanza de Lewin. El libro se divide en dos partes, en las primera resume muchas de las lecciones que dio en sus clases del MIT, salpicadas con anécdotas personales de sus viajes por Europa, su infancia y los consejos de su abuela. En la segunda parte recuerda su labor como astrofísico y pionero en la astronomía de rayos X. Aunque se trata de una materia bastante más compleja (estrellas de neutrones, discos de acreción y agujeros negros), su talento para divulgar es tal, que consigue transmitirlo con la misma sencillez que las lecciones de Física más elementales.
Al final de las 300 páginas, uno tiene la sensación de que más que ante un libro está ante un verdadero regalo. El legado de Lewin quedará para siempre en este relato así como en sus lecciones. Y muchos volverán a conectar la Física con aquella sensación maravillosa que nos asaltaba cuando jugábamos con imanes.
Mi entrevista con Lewin: Walter Lewin: “Aburrir con una clase de Física es un crimen” (lainformacion.com)
Para los que quieran ver sus clases, aquí os dejo su última clase subtitulada en varias partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6.
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