miércoles, 12 de noviembre de 2008

Los frutos caídos (César Ibáñez)

La cocina sofisticada no tiene justificación en sí misma. Es un invento de los cocineros para satisfacer la demanda snob de los nuevos ricos, y de los viejos ricos que se quieren hacer pasar por nuevos, un conjunto de huecos artificios y adornos inútiles que sólo sirven para justificar que se cobre una pequeña fortuna por un plato de calamares. Quien la paga está dispuesto a decir que no ha probado nada mejor en su vida, como está dispuesto a decir que el grabado de Tàpies que tiene en su despacho le emociona cada vez que se fija en él. Qué le vamos a hacer. El mundo está lleno de gilipollas y no parece que haya posibilidades de que disminuya la proporción en un corto plazo.